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Dar el primer paso: Cinco momentos que inspiraron a las personas a vivir de manera más saludable

Christina Joseph Por Christina Joseph

Un cumpleaños que marca una etapa importante. Un diagnóstico inesperado. El deseo de formar una familia. A veces se necesita un momento significativo para alentarnos a tomar el primer paso hacia una mejor salud.

“Nada motiva más que la necesidad real de un cambio o un problema de salud real”, dice la Dra. Gabriela Cora, psiquiatra avalada por la junta médica y directora médica de salud del comportamiento de Aetna. “Cuando comience a implementar estos cambios, haga una lista de objetivos, arme un equipo de apoyo, personalice un plan que sea adecuado para usted y prémiese por los resultados positivos”.

Le preguntamos a cinco personas qué los motivó a hacer cambios positivos en su salud y cómo ese recorrido afectó sus vidas. Lea las historias inspiradoras sobre cómo encontraron el coraje para comenzar.

“Un día, miré a mis hijos y dije ‘Tengo que superarme. ¿Cuándo comienzo? ¿Y cómo?’”

— Walter Douglas Jr., 50 años, West Orange, Nueva Jersey

Tres cosas hicieron que quisiera cambiar mi salud: estaba por cumplir 50 años. Había subido de peso y no tenía mucha movilidad, por lo que me comenzó a doler el cuerpo y me costaba respirar. Miraba a mis dos hijos y pensaba: “me va a dar un ataque o algo y no estaré aquí para ellos”. Me atemorizaba hacerles eso.

Cada año, en enero, me hago un examen físico anual. En el último examen, el médico me regañó duramente porque no había tomado los medicamentos para la presión sanguínea y el colesterol alto como debía hacerlo. Y encima, yo me quejaba del peso y de los dolores del cuerpo. Dijo: “Si no vas a cuidarte, ¿por qué vienes?” Entonces, el primer paso fue comenzar a tomar los medicamentos todos los días.

Contraté un entrenador en febrero, pero no lo mantuve mucho tiempo. Un día miré a mis hijos y pensé: “Tengo que superarme. ¿Cuándo comienzo? ¿Y cómo?”. Eso fue 50 días antes de mi cumpleaños, por lo que decidí comenzar con 10 flexiones de brazos por día. También comencé a beber más agua y dejé de consumir comida rápida y frituras. Diez flexiones al día se convirtieron rápidamente en 12 flexiones, que luego se convirtieron en 12 flexiones y 25 sentadillas. De repente, eran tres series al día. Ahora, todos los días hago 25 flexiones de brazos y 50 sentadillas, como mínimo.

También volví a inscribirme en un gimnasio para poder, al menos, usar la bicicleta algunas veces por semana y hacer 20 minutos de ejercicios cardiovasculares. Siento la diferencia. Veo la diferencia. Es asombroso. Siento que estoy en el camino correcto. Y no intento apurarlo.

Siga leyendo para obtener consejos sobre cómo comenzar un plan de actividad física.

 “Tenía mucho miedo a entrar en el quirófano. Me di cuenta de que necesitaba que alguien estuviera conmigo”.

— Petrona Nuñez Montúfar, 65 años, Scranton, Pensilvania

Tenía quistes en los ovarios y pasé dos meses con dolor. Necesitaba una cirugía, pero tenía mucho miedo a entrar en el quirófano. Mi madre murió en la misma cirugía y pensaba que me podía pasar lo mismo. Necesitaba que alguien estuviera conmigo [en el hospital] para poder sentirme fuerte y positiva. Rita, mi trabajadora comunitaria de Aetna, mi guía, me dio la fortaleza para ir al quirófano. Estuvo presente en mi cirugía, como si fuera mi ángel. Sentí que estaba con un ser querido.

Mi dominio del inglés es malo y, antes de Rita, no podía expresarme con los médicos. No tenía a nadie de confianza. Es muy importante contar con alguien que te haga sentir [cómodo], alguien que te haga sentir como en casa. Rita hace eso. Me lleva al médico y traduce para ayudarme. Me ayudó a mejorar la salud y el estado de ánimo. Ya no siento dolor en los ovarios.

Ahora siento que puedo controlar mi salud. Intento luchar contra mis otras enfermedades (gastritis, artritis) para poder tener la fortaleza y la energía para bailar. Cuando bailo, siento que tengo 15 años, me siento como nueva. Me olvido de la edad que tengo. Entiendo que la salud es riqueza. Gozar de buena salud es más que tener dinero. Es algo genial, una bendición.

“No quiero llegar a tener diabetes, con todos sus síntomas. Sabía que debía retomar la dieta”.

— Annie B., 67 años, Monroe, Georgia

Mi nivel de azúcar subía. El médico seguía diciendo que no era diabética aún, pero que estaba en el límite. Eso fue hace aproximadamente tres años. Pensé: “No quiero llegar a tener diabetes, con todos sus síntomas. Voy a cuidarme”. Estaba decidida a no tomar píldoras. Comencé a comer bien y aprendí a comer más vegetales, también a leer la cantidad de carbohidratos en las porciones y a controlar mi nivel de azúcar en la sangre.

No consumo tantos alimentos fritos; ahora como todo asado, grillado o hervido. Mi hija es una maniática de la salud, y me hizo probar el tocino y la salchicha de pavo. Son mucho más ricos de lo que pensaba. Antes, salía a comer comida rápida. Comía galletitas. No me daba cuenta de que el pan no me ayudaba con la diabetes.

Ahora, voy al médico a medir mi nivel de azúcar en la sangre cada tres meses. Me encuentro estable y, por eso, no tengo que tomar medicamentos. Soy parte del personal paradocente de la mediateca de una escuela, así que camino bastante. Me siento tan aliviada, y más liviana, también.

“Descubrí que tenía una enfermedad crónica y sabía que debía priorizar mi salud para manejarla y vivir una vida mejor”.

— Darnley Beckles Jr., 72 años, Bronx, Nueva York

En 2003, tuve diarrea durante algunos meses y supuse que era un virus. Una noche, estaba en un concierto y me sentí muy mal. El médico me diagnosticó colitis ulcerosa, una enfermedad intestinal inflamatoria crónica que genera inflamación en el aparato digestivo. La causa es desconocida, pero el estrés la agrava. El médico me dio medicamentos, pero también me di cuenta de que tenía que resolver cómo reducir el estrés para poder controlarla. Trabajaba en la administración de las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York, y el ambiente era estresante.

Al final de ese año escolar, me tomé una licencia por un año. Cuando volví, dejé de hacer trabajo escolar en el verano, también dejé los programas para después de clase. Luego, un año o dos después, dejé de arbitrar partidos de fútbol los fines de semana. Me jubilé cinco años después de mi diagnóstico.

Hay que priorizar la salud y luego descubrir cómo sobrevivir financieramente con ese objetivo. Tuve suerte. Si hubiera tenido 42 años y mi médico me hubiera dicho que tenía que dejar de trabajar, es lo que hubiera hecho, buscar un trabajo que fuera menos estresante. Cuando me iba a jubilar, el asesor me alentó a trabajar un año más para poder recibir $7,000 más en mi pensión. Le dije: “Dejaré pasar esa oportunidad. Primero está mi salud”.

Ahora, escucho mucha música jazz. Leo, viajo un poco y paso tiempo con amigos y familia, con mis hijas. El médico dice que subí de peso, una señal de que la colitis está bajo control. En cuanto a la enfermedad, aprendes que es parte de la vida y es algo con lo que obviamente hay que lidiar, y hacer lo mejor que se pueda.

Vea cómo manejar una enfermedad crónica.

 “Tuve que tocar fondo para poder decir ‘Basta. Esta no es la vida que quiero’”.

— Nakeisha Russell, 37 años, Fort Myers, Florida

Nuestra hija nació en 2010. La vida al principio era genial, pero luego mi esposo y yo comenzamos a tener problemas en nuestro matrimonio. Cuando mi hija solo tenía 6 semanas de vida, comencé a beber vino con mis compañeros de trabajo, cuando salíamos una vez al mes. Pero, con el tiempo, comencé a beber más alcohol. Mi esposo trabajaba hasta tarde y nuestra relación se deterioró. Finalmente, comencé a beber para dormir. Al poco tiempo, bebía todo el tiempo para sentirme normal. Luego descubrí que una cirugía de bypass gástrico que tuve varios años antes era un factor que contribuía a que mi cuerpo se volviera dependiente del alcohol.

Estuve en rehabilitación en 2016, durante nueve meses. Me encantaría hoy decir “Lo hice por mi hija”. Pero no, lo hice por mí. Después de la rehabilitación, vine a casa e intenté recuperar mi vida. Pero empecé a retomar los hábitos malos: vivía sola semana de por medio cuando mi hija estaba con su papá. No iba a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Me aislaba. Y comencé a beber de nuevo.

En AA, te dicen que tienes que tocar fondo antes de que el problema te golpee. Es cuando dices “Basta. Esta no es la vida que quiero”.Estuve un tiempo sin hogar, pidiendo dinero a mis colegas de la universidad... creo que eso fue tocar fondo para mí. Me comuniqué con un centro de rehabilitación que era diferente de todos los lugares a los que había intentado ir, porque su personal estaba compuesto principalmente de personas de raza negra, como yo. Quizás eso era lo que necesitaba.

He estado sobria casi un año y mi hija está muy bien. Sigue quedándose conmigo semana de por medio. No tengo vergüenza de ir a AA ni a rehabilitación. Simplemente quiero que los demás, especialmente las mujeres negras, sepan que no tienen que sufrir en silencio. No me gusta depender de nadie. Aún me cuesta decir “Oye, necesito ayuda”. ¿Pero saben qué? Ahora lo digo.

Ya sea para cambiar un mal hábito, para comenzar una nueva rutina de ejercicios o para recibir la ayuda que necesite, dar el primer paso hacia una vida más saludable puede ser difícil. Pero al descubrir su motivación y atenerse a un plan, puede ayudarse a establecer un cambio duradero.

Sobre la autora

Christina Joseph Robinson es una editora y escritora veterana de Nueva Jersey a quien todavía le encanta leer el periódico a la antigua. Tiene dos hijas a las que intenta inculcarles la importancia de comer frutas y verduras y, de este modo, lograr un equilibrio con todas las golosinas que les compra la abuela. El objetivo de salud de Christina es reanudar su rutina de ejercicios después de haberla abandonado por lesiones.

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