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“Intentamos romper con nuestro peor hábito digital en una semana. Esto fue lo que sucedió”.

Ícono de la “A” de Aetna Por Aetna

Como cualquier persona con un plan de datos puede decir, separarse es difícil, especialmente cuando la relación que estás terminando implica un dispositivo digital. No es de extrañar que la ciencia haya llegado a esta misma conclusión. En un estudio se demostró que el correo electrónico y las redes sociales son más difíciles de resistir que la comida chatarra, el tabaco y los cigarrillos. Y de la misma manera que estos vicios, el tiempo frente a la pantalla en exceso no se considera exactamente un comportamiento saludable. Se ha asociado con muchas cosas desde un sueño deficiente hasta problemas de memoria y concentración a mayor ansiedad y depresión.

Esto hace que identificar un hábito digital no saludable sea especialmente importante, señala Mary Ann Perez, directora de Operaciones Clínicas de Resources For Living de Aetna. Por supuesto, lo que se considera “no saludable” depende de cada uno. Después de todo, los dispositivos digitales pueden satisfacer una necesidad real y, de hecho, lo hacen. “Pero si ciertas actividades que implican tiempo frente a la pantalla o un tiempo frente a la pantalla más prolongado están afectando negativamente su estado de ánimo y sus pensamientos, entonces optar por evitar ciertas redes sociales, por ejemplo, puede ser necesario para crear algo de equilibrio”, agrega.

Fijar límites de tiempo, guardar el teléfono durante las comidas y pasar tiempo de calidad con un ser querido cuando no estás usando tu dispositivo también puede ayudar a mantener una relación saludable con tu dispositivo. “Determina qué es lo que funcionará para ti, fija una meta y responsabilízate”, añade Perez.

Teniendo en cuenta esa recomendación, dimos a cinco empleados de Aetna expertos en materia digital el desafío final: Durante una semana, debían tratar de abandonar un hábito en línea no saludable que agotaba su tiempo y productividad. Las estrategias variaron desde el autocontrol hasta la eliminación de aplicaciones y los resultados fueron variados. Pero las cinco personas llegaron a la misma conclusión: Abandonar un hábito digital puede ser laborioso y requerir el perdonarse a sí mismo, pero menos tiempo frente a la pantalla tiene un efecto positivo en su vida. Continúe leyendo para conocer sus historias, consejos y lecciones aprendidas.

Maureen S., 18 horas mirando la pantalla por semana

El problema: Paso una hora todas las noches leyendo las noticias, que generalmente me afectan tanto que me resulta difícil dormirme. Para tranquilizarme, juego en algún dispositivo por otra hora más.

La meta: Dejar de perder tiempo en mi teléfono.

El plan de ataque: Programar mi teléfono para bloquear las aplicaciones a la noche y limitar el uso de juegos a 15 minutos por día.

Cómo resultó el desafío: Día 1. Observo en mi teléfono una nueva función de tiempo frente a la pantalla. Un gráfico me muestra que, en promedio, tomé mi teléfono 42 veces por día y hasta 76 veces por día los fines de semana. Eso se agrega a más de 2 horas de tiempo diario en el teléfono los días entre semana y 4 horas los fines de semana. Los números me dan escalofríos. ¿Con qué frecuencia me quejo de que no tengo suficiente tiempo para encarar mi lista de cosas pendientes o simplemente relajarme? La realidad es que sí tengo tiempo. Esa noche, leo una novela en las cama y apago la luz a las 10:30 y siento que me estoy portando bien.

Después de dos días intensos: Llego a casa del trabajo deseando holgazanear. Me desplomo en el sillón y abro mi aplicación de juegos. Después de 15 minutos, la pantalla se pone blanca y un mensaje me informa que ya no puedo jugar más ese día. En ese momento es cuando noto el pequeño botón “Ignorar límite”. Clic. Je je je je. Quince minutos después, ¿adivina qué? Clic. Y otra vez. Y otra vez. Si esto es lo que sucede cuando estoy bajo presión, el juego debe terminar. Elimino la aplicación.

En el tren al trabajo la mañana siguiente, me arrepiento de mi decisión rápida. Mi teléfono no tiene recepción durante la mayor parte de mi viaje al trabajo, por lo que no puedo leer las noticias ni las redes sociales. Me había olvidado de que mi juego era la única aplicación que funcionaba sin conexión. Durante 20 minutos, no sé qué hacer conmigo misma. Me enfurezco por mi falta de previsión.

¿Con qué frecuencia me quejo de que no tengo suficiente tiempo para terminar mi lista de cosas pendientes o simplemente relajarme? La realidad es que sí tengo tiempo.

Al final de la semana, evitar ver las noticias a la noche es increíblemente fácil. Pero prescindir de los juegos es muy duro. Podría leer un libro o una revista al trasladarme al trabajo, pero generalmente no hago nada. En casa después de un día muy agitado, intento canalizar mi energía nerviosa ordenando o preparando la cena.

Al principio, me sentía mal por no tener un reemplazo a mano para mi juego perdido. Ahora pienso que no hay mal que por bien no venga. Recurrir a algo cuando uno está ansioso parece ser una adicción. Según el día, puedo salir adelante holgazaneando un rato, mirando televisión o llamando a una amiga para charlar. Pero tomo una decisión consciente.

Lo que aprendí: Quizás incluso no hacer nada durante 20 minutos no es tan terrible después de todo.

Bonnie V., 20 horas mirando la pantalla por semana

El problema: Solía ejercitarme durante 20 minutos todas las mañanas. Ahora, paso ese tiempo leyendo las noticias en la cama.

La meta: Comenzar mi día de una manera más feliz y saludable.

El plan de ataque: Pedir a mi familia que me haga rendir cuentas.

Cómo resultó el desafío: La alarma me despierta bruscamente. Es el día 1 de mi desintoxicación. Me levanto sin mirar mi teléfono. No te necesito, le digo a la pantalla apagada mientras resisto serie tras serie de planchas, sentadillas y flexiones. Después, me siento una guerrera.

Pero la mañana siguiente, me despierto con malestar estomacal. Sintiéndome mal, vuelvo a la cama, me abalanzo sobre el teléfono y abro mis sitios de noticias favoritos. Estoy en medio de un artículo particularmente interesante cuando mi esposo entra y grita: “¡Desintoxicación digital!” Tiro el teléfono como si quemara.

El virus queda merodeando durante unos días; entonces, termino fijándome una nueva meta. Aún evito las noticias a primera hora de la mañana. Pero ahora me permito hacer ejercicio a cualquier hora del día. Con nuevas energías, camino de ida y vuelta del trabajo e incluso subo 10 tramos de escaleras a mi departamento.

A mediados de la semana, observo que estoy empezando a sentirme más tranquila, más relajada, más concentrada. Eso puede ser en parte por las endorfinas adicionales, pero las mañanas sin noticias tampoco vienen mal. Por primera vez en años, me doy cuenta de lo bueno que es no enterarse de las noticias actuales antes del desayuno.

Día 5. Está lloviendo, mi cama es muy acogedora, las elecciones de mitad del período se acercan... y tengo una recaída. Abro la actualización de noticias y leo hasta que mis retinas imploran piedad. Aun así, al final de la semana, logro corregir el rumbo. Me sorprende lo mucho que he logrado en los 20 minutos adicionales todas las mañanas. ¿Hacer un bol de avena en la cocina? ¿Aplicar una segunda capa de máscara? Lo acepto. Tengo tiempo.

Lo que aprendí: Los reveses son inevitables, pero cada mañana es una nueva oportunidad para intentarlo de nuevo.

Chris R., 27 horas mirando la pantalla por semana

El problema: Navego por Instagram para levantarme más tarde todas las mañanas.

La meta: Mantenerme fuera de Instagram hasta las 10 a. m.

El plan de ataque: Reemplaza las redes sociales con pódcast.

Cómo resultó el desafío: Que levante la mano el que duerme con el teléfono celular en la mesa de luz.

*Levanta la mano lentamente*

Sí, soy culpable de eso, también. También soy culpable de buscar mi teléfono en medio de la noche cuando no puedo dormir o de que sea lo primero que haga a la mañana cuando me despierto. Las notificaciones me atraen como la luz atrae a los insectos y es inútil resistirse.

¿O sí?

Mi desafío fue simple: Empezar de a poco evitando navegar por Instagram una y otra vez como medio para no tener que levantarme de la cama a la mañana. En lugar de ello, durante una semana, todas las mañanas antes de ir a trabajar, reemplazaré el tocar dos veces la pantalla como un zombi y mirar historias con escuchar unos pódcast.

No mentiré, fijé una meta muy fácil de alcanzar. Todo lo que tengo que hacer es no usar Instagram antes de las 10 a. m. En serio, ¿qué tan difícil puede ser? Resulta que es muy difícil.

Todas las mañanas, evito abrir la aplicación adrede y, en lugar de ello, navego a los pódcast de forma activa. Pero lo que sucede después me conmociona. Escucho el pódcast SuperSoul Conversations de Oprah, el pódcast Getting Curious de Jonathan Van Ness y el pódcast School of Greatness de Lewis Howes y realmente me gustan. Me río. Inclino la cabeza. Incluso lloro un par de veces. (Gracias, Oprah.)

Y luego recaigo. Vuelvo a caer en mis viejos hábitos. Vuelvo a donde empecé.

A mediados de la semana, me rindo y abro Instagram incluso antes de levantarme. Publiqué una foto la noche anterior y hay tantas notificaciones que me siento atraído casi sin quererlo.

Creo que esto es lo que pasa con los malos hábitos: Están tan arraigados en nuestro subconsciente que, por lo general, no nos damos cuenta de que estamos haciendo justo lo que estamos tratando de evitar.

El resto de la semana, vuelvo a mi nuevo estado normal y me resisto a dejar que mi pulgar toque ese logotipo conocido de color violeta, rosa y naranja. Y es tan glorioso que, en realidad, sigo escuchando pódcast después de que termina el desafío. ¿Qué tal eso para cambiar?

Lo que aprendí: El autocontrol es realmente difícil de lograr, pero en realidad se trata de progreso y no de perfección.

Christine D., 20 horas mirando la pantalla por semana

El problema: Durante los últimos años, he dependido más de Instagram, lo uso para todo. Me ha inspirado mucho, pero también me ha llevado a tener expectativas no realistas para mí.

La meta: Corte por lo sano y abandone la aplicación por completo durante una semana.

El plan de ataque: Eliminar la aplicación de mi teléfono.

Cómo resultó el desafío: Quitar la aplicación Instagram de mi teléfono termina siendo la parte más difícil de este viaje. Siento como que estoy cortando el contacto con el mundo exterior. ¿Qué sucede si me pierdo algo importante? Para empeorar las cosas, es el fin de semana de Halloween, una de mis festividades favoritas. Si coses a mano cientos de piedras de estrás en tu disfraz de cantante pop de Halloween y no compartes una foto en las redes sociales, me pregunto, ¿realmente celebraste?

La respuesta es absolutamente. En lugar de sacar fotos para poder publicarlas en línea, me enfoco en vivir el momento. Una vez, una amiga me preguntó por qué no publicaba fotos del fin de semana. Le expliqué que estaba participando de una desintoxicación digital con mis compañeros/as. Se encogió de hombros y las dos continuamos con nuestras cosas. ¿Nada de redes sociales? No es para tanto.

Durante los dos días siguientes, me encuentro buscando mi aplicación fantasma para navegar por las redes sociales entre las reuniones de trabajo, en la sala de espera del consultorio del médico y durante mi viaje al trabajo todos los días. Para ocupar el tiempo que normalmente pasaba en las redes sociales, completo mi lista de cosas por hacer en la oficina, envío mensajes de texto a mis amigos para ponerme al día y disfruto de las vistas y los ruidos de la ciudad.

Para los días 4 y 5, noto que me voy a dormir más temprano y llego antes al trabajo porque no pierdo tiempo en las redes sociales. Tampoco busco mi teléfono tan a menudo. Una tarde, mi resolución se ve desafiada cuando un espectacular atardecer color rosado cubrió el cielo. Mi primer instinto es sacar una foto y publicarla para que el mundo la mire. En lugar de eso, capturo una agradable imagen mental, sin “me gusta” ni comentarios por los que preocuparme.

Noto que me voy a dormir más temprano y llego antes al trabajo porque no pierdo tiempo en las redes sociales.

La última mañana de mi desintoxicación, poso para decenas de fotos en la despedida de soltera de mi amiga, pero solo capturo unas pocas para mí. Más adelante en esa tarde, mi novio dice que vio fotos mías en línea sacadas más temprano ese día. Me intranquiliza un poco saber que había fotos mías en internet y que yo no tenía idea de eso. Habiendo sido una persona que compartía todo, no puedo creer que tuve esa reacción.

Lo que aprendí: Me llevó menos de una semana lograr un patrón de sueño más sano, aumentar la productividad en el trabajo y estar presente en situaciones sociales. No solo sobreviví a la desintoxicación sino que progresé. No tengo dudas de que al final descargaré la aplicación otra vez. Pero por ahora, continuaré viviendo el presente en lugar de estar detrás de una pantalla.

Laura K., 17.5 horas mirando la pantalla por semana

El problema: Mirar constantemente el teléfono evita disfrutar de la vida y ser más productiva.

La meta: Tomar conciencia del momento que estoy viviendo.

El plan de ataque: Desactivar todas las alertas no fundamentales en mi teléfono y fijar parámetros para mí misma.

Cómo resultó el desafío: Me di cuenta de que, muchas veces, cuando tomo mi teléfono, no es por aburrimiento, es porque el teléfono sonó y quiero saber por qué. Pero luego, después de averiguar por qué sonó, deliberadamente chequeo algo más: el correo electrónico, Instagram, las noticias.

Entonces apago todas las alertas que no son fundamentales. No necesito que mi teléfono me avise que debo leer las últimas publicaciones de Instagram de mis amigos, las últimas noticias o el hecho de que una ardilla acaba de cruzar por la entrada para el auto de mi casa. Y, a menos que esté leyendo o respondiendo textos, llamadas y alertas de seguridad de mi familia, uso mi teléfono para divertirme únicamente durante el almuerzo y el viaje a mi trabajo.

Durante los siguientes días, disfruto de una mayor concentración y sentido de productividad que en los últimos tiempos. Cuando vuelvo a mi casa después de un largo día de trabajo, dejo mi teléfono y no lo miro otra vez hasta que configuro la alarma antes de irme a dormir. Sé que estoy progresando cuando una noche me olvidé de mi teléfono por completo porque me distraje con la vida real.

Luego, sucede algo interesante. Empiezo a volver a caer, pero no en el uso del teléfono. Cuando tengo un descanso en una reunión o un momento en el que estoy triste, en lugar de buscar mi teléfono, busco algún otro tipo de distracción, generalmente, correos electrónicos del trabajo, pero a veces es otro proyecto que esté frente a mí.

Hace que me pregunte si mi cerebro siempre ha sido tan distraído o si me han entrenado para buscar la estimulación constante como resultado de nuestro mundo digital siempre encendido. También me hace darme cuenta de que vivir el momento es menos acerca de cómo estoy interactuando con cualquier dispositivo y más acerca de prestar atención conscientemente a lo que está sucediendo ahora mismo, justo enfrente de mí.

Lo que aprendí: Intento mantener los parámetros que he fijado respecto de mi teléfono, pero también reconozco que vivir una vida genuinamente presente y consciente no consiste simplemente en desactivar las notificaciones. Es algo que tengo que practicar minuto a minuto, todos los días. Acepto el desafío. Y nunca abandonaré mi teléfono.

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